No es bueno mirar hacia atrás con nostalgia. Ten presente que ahora mismo, vives el mejor momento de tu vida. No ha habido, ni habrá ninguno mejor. Lo que pasó, solamente permanece en la memoria, ese contenedor tramposo, selectivo y parcial, y la bruma de lo que está por venir, ten por seguro que no llegará nunca. Agradece el tiempo pasado, pero no lo eches de menos. Agradece el sueño de un futuro mejor, pero que las razones de tu esperanza, no frustren los motivos para tu alegría. Agradece cada mañana, el regalo de una vida que te ha permitido conocer y te ha invitado a conocerte. Agradece cada día, haber aprendido a mantener en el corazón el recuerdo dulce de las personas que has querido y da gracias por la fortuna de saber, que pese a la distancia, el dolor y el tiempo, todavía puedes quererlas. Da gracias también a la vida por los sin sabores y las incertidumbres, por el recuerdo amargo de las personas que se esforzaron y perdieron su tiempo, intentando hacer desaparecer tu alegría, y agradece el poder recordarlas con cierta ternura y sin rencor. No mires atrás con nostalgia. Tu vida es aquí y ahora. Un tiempo hecho de conocimiento sin excesiva pedantería y de experiencia, sin vulgar resentimiento. Siéntete afortunado por creer aún en los compromisos sin ataduras, ni cadenas. Por mantenerte firme en el afán de aprender a vivir, sin doblegarte del todo al tedio y la rutina. No eches de menos un tiempo pasado. Recuérdalo de cuando en vez, únicamente para mantener las enseñanzas y prolongar los afectos. Pero no lo sacralices, ni lo ensalces como un tiempo mejor que se fue. Hoy es el mañana de ayer y tu vida es hoy y ahora. Acepta pues el reto de vivir sin caer en la trampa de querer ser, mientras olvidas quien estás siendo. Vive el ahora con el corazón en la mano y las manos abiertas. Haz de los días ejercicio pedagógico y enfrenta cada paso como si fuera el primero. Avanzando sin miedo a la huella y ofreciendo al camino, lo todo lo que te queda. Abre la mente y observa, comprende, vive, comparte y olvida para poder volver a vivir sin prejuicios. Sé que eso tiene su riesgo, pero también sé, que solamente así, puedes ofrecer en cada momento y para cada nuevo trabajo, la mirada libre del que busca, sin miedo a no encontrar respuestas.
Alfredo Jaso
Tengo absoluta confianza en que el mundo va a mejorar. Lo digo sin pretender construir un muro de vanos y buenos deseos desde el que esconderme de la realidad. Lo digo como lo siento, con una sonrisa. Pero lo digo también desde la sensata responsabilidad que propone ser consciente de mis propias decisiones. Al poner sobre el papel mi voluntad, no miro para otro lado. No me escabullo ante las injusticias para las que un solo ser humano no tiene remedio. Situaciones sobre las que una sociedad madura y responsable ha de actuar para ponerles definitivo fin. Pero tengo muy claro que si asumimos que la vida es un juego, no deberíamos darlo por perdido antes de haber tirado todas las cartas. Si nos jugamos la vida con una sonrisa, desde la responsabilidad, conviene jugarnosla muy en serio y entregarnos en cada envite, sin miedo a perder la jugada. Sin permitir que los que con cantos de sirena, aprovechan nuestra desesperanza en su beneficio o los que hacen de sus mentiras confortable red de embustes, nos arrebaten la posibilidad de sonreír y de vivir la vida muy en serio pero tomándonosla medio en broma. Así, si uno no cree en esa posibilidad de un mundo más justo para todos, si uno no juega sus bazas, inevitablemente, se descarta y pierde la partida.
No me olvido de que hemos dejado de ser esos animales asustados, que buscaban el cómodo amparo de la manada y nos hemos dejado convertir en uno más, de los miembros de un dócil rebaño que cree vivir libre e independiente, dentro de la confortable limitación del aprisco. No niego que hoy somos individuos interesadamente interesados, que piensan que solo aquello que les viene bien, está bien. Sujetos sujetados, que acodados en la atrevida ignorancia, hacemos del respeto y la responsabilidad, palabras en deteriorado desuso. Lo sé, eso estamos siendo y por eso, desde esa cómoda perspectiva, nos resulta más fácil pensar que lo que vemos en el momento presente, continuará indefinidamente. Por eso, sentimos que nada podemos a hacer y que nuestro esfuerzo resultará presuntuoso e inútil. Reconozco que yo también, por comodidad, he intentado unirme al clan del pesimismo. Tampoco me importa decir que en ocasiones me he dejado llevar por la indignación y he vociferado de manera airada, pretendiendo que por la potencia de mi voz o la fuerza de mi puño, en un acto de irracional heroísmo, el contrario cambiase. Pronto descubrí que en uno y otro caso, ni en la atadura del pesimismo o en la permanente y difusa indignación está la respuesta. En ambos casos, al final del camino, me encontré solo. Desde ambas miradas, la mente se acomoda y desde las dos posturas, se termina siempre justificando lo peor. Unos y otros nos prefieren ignorantes. Hombres y mujeres temerosos por la permanencia perpetua de las cosas, atados como Sísifo a un inevitable destino. Es lógico, una vida es un espacio de tiempo muy limitado y un ser humano corriente, un animal débil y preparado para sobrevivir en la permanencia pero desde el miedo, incapaz de transformar el mundo. Sin embargo, misteriosamente, como en un caos determinado, la vida cambia y el cambio se produce si hay reflexión, voluntad y acción de uno con muchos. Se trata de que la vida no nos cambie tanto y tan hacia la mansedumbre, como para que nos impida intentar al menos cambiar nuestra vida. Debemos permanecer en atenta observación ante lo que nos rodea, intentando comprender lo que sucede. La vida nos pide vivir sin prejuicios, para actuar de manera creativa sobre la realidad que vemos. Debemos decidir con responsabilidad y respeto para transformar lo que vivimos.
Cada día me encuentro con personas que, a pesar de la adversidad de los acontecimientos, me transmiten la alegría de vivir. Más allá del puñado de creyentes de una ortodoxia que condiciona y les convierte en activistas atados en ocasiones, a la ceguera de una ideología que contrapone, quiero creer que hay miles de personas afines a las libres ideas de cambio. Personas de gestos comprometidos, honestos, generosos y sencillos, que actúan sobre su propia vida, para cambiar de raíz el mundo.
Veo que la mayoría de la gente se toma la vida en serio y la vive medio en broma. A mi me gusta hacerlo al revés, tomarla a broma y vivirla en serio. Un optimista no es necesariamente un risueño despistado, cantando tímidamente en la penumbra de nuestros tiempos. Mantener la alegría en la adversidad no es una simple necesidad romántica. Se basa en el hecho científico de que la historia de la humanidad no se sustenta solamente en la crueldad, sino también en la compasión, en la simpatía, en la bondad, en el valor y la acción noble, responsable y comprometida. Se basa en la acción de seres humanos libres, que no se mienten. Que no hablan en nombre de nadie, ni por boca de otros. Personas que con su ejemplo, nos dicen que es necesario actuar. Sonreír. Tomarse la vida a broma y vivirla muy en serio. Nosotros, tú y yo, también podemos ser libres. Nosotros decidimos. Aquello que prioricemos con respecto a nuestros valores y oriente nuestras decisiones, determinará nuestras vidas. Si solo vemos lo peor, si componemos nuestras horas con fríos minutos sin sentido, si convertimos nuestros en días en un triste almanaque detenido, hecho de miedos, pesimismo y resentimiento, se derrumbará nuestra capacidad de actuar. El futuro es una sucesión infinita de presentes, y vivir hoy, tal como creemos que debemos vivir, de manera creativa y en desafío total ante el pesimismo y el afán de revancha que nos rodea, es en si una gran victoria. Ahora, cada uno de nosotros, debe de decidir libremente, como quiere ver el mundo.
Alfredo Jaso
En Metáfora desconocemos el triste significado de la palabra impersonal. Por eso nos gusta llamar a las cosas por su propio nombre y a las personas por su nombre propio. Es nuestra manera de demostrar la atención que ponemos en cada nueva propuesta, en cada nuevo cliente, en cada colaborador que se incorpora a nuestro trabajo. Nos gusta tener un trato cercano y atento porque estamos seguros de que solo así convertimos cada momento en algo especial con alguien único. En Metáfora nos gusta poner la atención en todo lo que hacemos. Estar atentos como gesto de respeto y responsabilidad. Atentos para observar y comprender. Atentos para compartir y disfrutar. La atención es la capacidad de observación global. Estar atento es tener la mente alerta, pendiente de todo lo que sucede a nuestro alrededor. Seguros de que somos actores principales de lo que nos rodea y de que son nuestra actitud y nuestras decisiones, las que alteran el discurrir de lo sucede. Por eso, estar atento, es una manera de tomar consciencia de la responsabilidad que se adquiere, solamente por el hecho de mantener en pie, el diálogo con la vida. Distinto es estar concentrado. Con el interés fijo en algo concreto. Sin tener consciencia de lo que más allá de nosotros está pasando. Siendo monologista de nuestra propia existencia. Llenándonos de razones, sin más motivo que responder al centro de nuestro exclusivo interés. La concentración es necesaria en labores de precisión. Pero no lo es tanto cuando se trata de aprender a vivir o cuando pretendemos desarrollar una actividad de relación más creativa. La concentración nos situa en exclusiva en el centro de nuestra actividad pero nos distrae de la atención al total de la acción y su discurso. Así, pensemos en el científico que permanece concentrado, con su total interés puesto en la reproducción celular, pero que está despreocupado del incendio que empieza a destruir el laboratorio. Es por esto, que quizá nos prefieren concentrados, con el interés interesado puesto en la mismidad del yo mismo, egoístas, frágiles y temerosos y no nos quieren atentos, alerta, libres y creativos. Dispuestos siempre para estar cerca de todo aquello en lo que ponemos nuestra atención. En Metáfora, nos gusta observar atentamente. Comprender sin prejuicio. Vivir sin miedo. Compartir generosamente y disfrutar de los días como un regalo. Estamos seguros de que solamente con esa atenta actitud, seremos capaces de sacar el mayor partido a nuestra concentrada aptitud, para poder ser cada día, más creativos.
Alfredo Jaso
Quisiéramos tener entre el repertorio de todas nuestras ideas bonitas, aquellas que son como rayos de sol. Las más cálidas y cariñosas, las más inocentes y sinceras, esas que tan solo con compartirlas llenan los días de luz. Ideas que solamente con ponerlas en pie, llevan la alegría a la sonrisa y son capaces de convertir los días grises en color. En Metáfora quisiéramos encontrar entre las palabras del diccionario esas que suenan a dulce melodía, las que animan los corazones con sus sonidos y son como caricias que nos protegen ante el dolor. Nos gustaría ser capaces de hacer brillar las ideas hasta poder alumbrar con ellas la posibilidad de un mundo mejor para todxs. Nos gustaría poder gastar las palabras a fuerza de rozarlas con buenos sentimientos, para poder compartir siempre la alegría y el regalo de vivir. Las ideas y las palabras se engrandecen cuando crecen y se pronuncian desde el corazón. Es cierto que en ocasiones, ideas y palabras por su fuerza y tamaño son capaces de llegar lejos y que en su constante viajar a veces pierden su milimétrica precisión. Así, amigo es una palabra poderosa y enorme. Que sin embargo se gasta con facilidad y se vuelve hueca cuando se pronuncia interesadamente. Que se torna ingrata cuando se pone en contra de quien nos ofreció su desinteresada amistad. Es tan grande, que entre su brillo luminoso y sus líneas de garabato sentido, caben muchas definiciones, tantas como personas que la pronuncian y alumbran. Amigo es quien te acompaña toda una vida o aquel que te ofrece durante un eterno segundo su generosa mano y desaparece de tu lado para siempre. La amistad es un sentimiento comprometido solidario, generoso que a veces se prolonga a gritos y en otras crece desde el silencio. Que se da sin pedir nada a cambio, que nada espera y que por tanto, como todo lo importante, no se puede medir. Cuando tenemos la sabiduría de encontrarlas en nuestra vida, no hay que perder el tiempo en preguntas. No hay que sacar el fiel o la vara. No hay que echar cuentas, ni pedir recompensas, hay que vivir y vivirlas. En Metáfora creemos en un mundo sin medidas, ni cuentas. Un mundo donde el valor radica en el poder de lo intangible, de aquello que se entrega y se comparte sin esperanza y se da generosamente para hacer crecer la posibilidad de un mundo mejor, más justo para todxs. Un mundo en el que el otro no sea un extraño que meter en el saco de la desconfianza. Un mundo de personas sin miedo a la libertad, ni temor a la responsabilidad. Basado en el respeto a las distintas miradas y las diferentes sensibilidades. Habrá quien diga que en Metáfora no somos lo mejores creativos del mundo. Es cierto, no tenemos cada día ideas luminosas y geniales. Pero hay algo que nos distingue cuando nos ponemos a la tarea, sabemos sonreír a la vida con el corazón. Desde nuestro trabajo diario, buscamos compartir la sonrisa responsable. Esa que hace brillar las ideas. Esa que acerca, que abre puertas y hace amigos. Y estamos convencidos que un mundo de amigos, de personas comprometidas, solidarias y generosas, tiene que ser un mundo mejor. Un mundo de sonrisas, tiene que ser un mundo más justo. Así que no preguntes por el impacto de las propuestas, ni pidas que se indague por el peso de las ideas, ni por la medida de las palabras, simplemente observa con atención, comprende sin prejuicio, comparte sin miedo y sonríe con nosotros, sonríe con el corazón y busca llenar el mundo de amigos. Ese será tu verdadero éxito.
Alfredo Jaso
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Tomar distancia es querer comprender desde fuera sin perder lo visión de lo que somos por dentro. Reclamar nuestro derecho a ser quien somos y alejarse para percibir la realidad desde una mirada honesta y objetiva. Tomar distancia es aceptar nuestra responsabilidad. Asumir sin miedo el derecho a ejercer nuestra libertad y aceptar con respeto, el que otrxs tomen sus propias decisiones. No es fácil, tenemos miedo a la libertad. Miedo al dolor que causa el error. Pero tomar distancia es necesario para vencer ese miedo a mirar dentro. Para mirar debajo de todas esas máscaras que nos pusimos para ser quienes queríamos ser. Para desnudarnos de todos los uniformes que vestimos, prejuicios bobos que nos limitan, pero que nos confieren la seguridad de ser aceptados por los que creemos iguales. Es necesario tomar distancia para aceptar la posibilidad de avanzar al tiempo que se toman decisiones. Esa es nuestra propuesta: tomar distancia para poder tener una mirada atenta y objetiva sobre lo que nos rodea. Tomar distancia para estar más cerca, para acertar en la justa medida y en la más certera propuesta. Tomar distancia para mirar distinto y ser metáfora que propone una nueva visión, para una misma circunstancia. Solo así, mirando lejos. Tomando distancia. Haciendo camino. Siendo valientes. Encontraremos la palabra precisa. La idea brillante. La respuesta correcta.
Alfredo Jaso
Cuando unx pone en su tarea todo lo mejor que tiene y comparte lo mejor de todo lo que es, está poniéndole amor a cada cosa que hace. A cada nuevo proyecto. En cada idea. A todas y cada una de las palabras. Si nos comprometemos en cada nueva acción, dando lo que tenemos en ese momento, estamos poniendo en ello, lo mejor de nosotrxs mismos. Somos lo que damos y dar, es el mejor regalo que podemos recibir. Por eso, quedarse exhausto por haberlo dado todo, sin duda es tener mucho. Cuando damos todo lo que somos, estamos entregando amor a nuestra tarea. Amar lo que se hace, como la huella que se deja sobre la vida que unx lleva, nos hace más libres, pero también mucho más responsables y dese luego, nos compromete más. En Metáfora no nos escondemos. No nos asusta decir gracias, ni dar enhorabuenas, ni ofrecer disculpas para cimentar y construir relaciones sólidas. No nos asusta ser responsables y comprometidos para defender el trabajo bien hecho. No le tememos a compartir, por miedo a perder lo que tenemos, al contrario, nos gusta sumar porque queremos ser más, para así estar más cerca. En Metáfora no nos asunta mostrar lo que somos. Amamos la vida y amamos el trabajo que hacemos, porque forma parte de nuestras vida. Amar es tomar libre posesión de unx mismx y compartir esa libertad sin esperar la aprobación de la mayoría. Por encima de cualquier aptitud profesional, es esa decidida actitud personal, la que aporta un valor diferencial a todas y cada una de las tareas abordadas por Metáfora de Comunicación. Porque si comunicar es compartir lo que se hace y sabemos que se hace lo que se es, será solo desde la sencillez valiente y comprometida de los hechos y las acciones creativas, desde donde podremos alzarnos seguros y confiados, para mostrar sin miedo, quién cada unx de nosotrxs es.
Alfredo Jaso
Nunca nos vemos. Nos rodeamos de espejos pero no queremos vernos. No queremos descubrirnos. Sorprendernos siendo distintos a quien creemos ser. Nos asustan antiguas cicatrices de batallas libradas. Esas que nos hicieron más resistentes pero también más frágiles. Queremos mirar hacia delante, pero buscamos un refugio en el recuerdo de un doloroso ayer. De un pasado que nos aprisiona en la delectación de lo que fue, de la maravilla que ya pasó, y que de recuerdo en esperanza, nos detiene cautivos en la constante actividad de la inacción. Así, quizá por miedosa comodidad y extraña complacencia, nos conformamos soñando lo que ha de venir. Hilvanando el deseo con el hilo negro de la desesperanza. Tejiendo el futuro con la punzante aguja de un pasado que murió. Y por consciente dejación, buscamos la liberación por la queja, cambiamos la mirada nueva por la rebeldía inútil y rabiosa y la arrebatadora caricia de una sonrisa compartida por el placer fugaz de la insatisfacción. Y así, en continua actividad contra el silencio, aguantamos lo malo de la desidia y la desilusión, seguros de estar ya preparados para claudicar de la alegría y soportar lo peor. Todo antes que mirarnos a los ojos para encontrar dentro y salir fuera. Cualquier cosa mejor que dejar de ser quien nunca fuimos. Esa persona que se hizo desde la máscara, para vestirse uniformado. Mejor vivir de prestado que enfrentar de manera decidida, sencilla y valiente, al que estamos siendo para ser, sin miedo, quien en verdad somos. Todo antes que abatir los muros que nos encierran. Cualquier cosa antes que vencer el miedo en el que nos sentimos tan seguros. Todo antes que borrar de nuestra mente las ideas tatuadas, las creencias del signo que sean, las palabras gastadas, las acciones repetidas, las formas insaciables… y darle al deseo de vivir lo suyo, y no lo impuesto. Cualquier cosa antes que entregarnos en acción permanente a construir lo real, lo presente, lo que nos hace nuevos, distintos, comunes y extraordinarios. La vida solamente nos pide una cosa: mantener el deseo de aprender a vivir conforme a quien somos. Por eso, alcémonos del suelo, pongámonos en marcha y hagamos de la memoria herramienta práctica y no instrumento de relación. Recuerda para olvidar y desde ese presente continuo, observa atentamente y sin miedo ni prejuicio, sé creativo.
Alfredo Jaso
Estamos rodeados de ruido. En la calle. En el trabajo. En casa. Nos hemos acostumbrado a su permanente presencia. A su constante y ruidoso estar. Hay ruido por todas partes, un ruido que nos aturde, que nos atontona. Un ruido ensordecedor que no nos deja oír. Con tanto ruido, no escuchamos otra cosa. Ni oímos la música callada de los días. Ni la armonía melódica de un latido. No escuchamos el trino agudo del ave libre, ni el doloroso gemir de un cuerpo cautivo de su propio cansancio. Es ese ruido ensordecedor, el que no nos deja escucharnos. El que nos impide nuestra propia voz hablando en nombre propio, ni oír la voz del otro y el sonido de su demanda y sus misterios. El ruido nos aleja de la realidad. Nos encumbra sobre un sonoro ara levantando sobre nuestra ruidosa e interesada soberbia. Nos levanta por encima de nuestra vanidad y nos lleva más allá del fragor de nuestros miedos. Así, los ruidosos días, se han convertido en un barullo que lleva al interior de nuestras cabezas esa desquiciante y sonora balumba que nos aparta del silencio de nuestras preguntas. Nos hemos hecho de tal manera a ese ruidoso existir, que el silencio nos atemoriza como asusta un rugido en la noche. Por eso, hay que rellenar el silencio con ruidos habituales a los que terminamos por acostumbrarnos. Ruido inútil que reclama nuestro interés y se apodera de nuestra atención. Ruido ruin que levanta un muro que nos separa y aleja de lo más cercano.
Aunque resulte paradójico, entre tanto ruido es urgente aprender a escuchar. Llegar a diferenciar aquello que suma de lo que nos resta. Comprender que no es lo mismo una voz compartida que un grito irrespetuoso. Un aullido melódico que una melodía musical que provoca. Debemos aprender a escuchar en todo momento y lugar. Pero para ello primero es necesario acercarse al silencio. Reclamarlo como una necesidad propia y colectiva. Silencio para derribar y construir. Hacer silencio aunque nos asuste y nos incomode el sonido sordo de nuestros miedosos reproches. Silencio para aprender a escuchar aunque nos duela la verdad silenciosa de nuestras miserias. Silencio como ejercicio de valentía y paciencia. Silencio para escuchar lo que cuentan nuestras manos cansadas. Para oír el amable rumor de un dulce fraseo. Para comprender lo que dice nuestra piel ajada o el grito poderoso del deseo.
Desde el silencio, es urgente escuchar con atención y sin miedo. Que no nos asuste el tono brillante de nuestra propia voz hablando en nombre propio. Que no nos asuste la valentía de nuestro miedo, ni el miedo ajeno de la voz de los que se dicen valientes a costa de nuestro silencio. Observa con atención y desde el silencio, escucha lo que dices y lo que te cuenta la vida. Sin trampas que te atrapen, sin juicios que condenen, sin ventajas que te salven. Sin ruido interesado que se interponga entre tú y la vida. Escucha desde el silencio y se tú sin miedo, sin preludios, ni ambages. No prestes atención al ruido. No permitas que distorsione la voz de quien tú eres. Guarda silencio para que tu voz suene más potente, más clara y así pueda llegar más lejos. Escucha y escúchate. Guarda silencio y vive sin miedo. Escucha, observa, comprende desde el silencio, comparte generosamente tu palabra y así desde el silencio, tu trabajo de cada día será más creativo.
Alfredo Jaso
Más allá de la fortuna o el destino. De la adversidad y de las circunstancias, somos nosotros los que decidimos hacia dónde nos lleva la vida. Quizá no gobernamos por completo nuestros días, pero si podemos marcar un rumbo y agarrando con decisión el timón de nuestras decisiones, enderezar el destino de la singladura. Cada nuevo paso se corresponde con una decisión. Tú decides. Decides avanzar o quedarte quieto. Decides no ser distinto trabajando que divirtiéndote con las personas que sientes más cerca. Decides ser el mismo, tratando con un cliente o un proveedor, que cuando charlas con un amiga. Y salvando las lógicas distancias que imponen cierta intimidad, decides que no haya mucha diferencia en la calidad de tu relación con las personas con las libremente compartes los caminos del afecto y el corazón y la que intentas mantener, con cualquiera de tus compañeros. Tú decides. Decides cada mañana si encontrar motivos para la alegría o buscar razones para hacerte fingidamente fuerte en la resignada y antipática tristeza.
Alfredo Jaso
La calidad de relaciones sociales y su entramado de convenciones culturales es el espacio donde se atenúan nuestras fricciones emocionales. Cuando una cultura no es capaz de crear y sostener este espacio-soporte, como un ámbito de desarrollo solidario, genera una comunidad destructiva. Se crea así una comunidad donde la afirmación de uno implica la destrucción del otro, y cuya consecuencia es una unión en la desunión a partir de la cual triunfa solamente el más fuerte. A eso le llaman equivocadamente competencia, cuando deberíamos llamarlo cruel competitividad. Paradojicamente, la consecución del objetivo, la victoria sobre el otro, no mitiga el dolor del enfrentamiento, por el contrario, en las personas sensibles lo refuerza de tal manera, que genera desasosiego. Caer en la cuenta de ello genera frustración y miedo y acaba por deteriorar la autoestima. Una sociedad insatisfecha, concentrada en la frustración individual, es una sociedad interesada y manipulable, capaz de aceptar como bueno, lo que resulta inaceptable. Que se desgasta en luchas superficiales y es incapaz de abordar la resolución de los asuntos trascendentes. Por eso nos quieren así, derrotados y temerosos y por eso, es urgente hacerse fuerte en la alegría responsable. El desasosiego se ha convertido en un estado de ánimo predominante en la vida cotidiana. Hoy esta sensación extraña e inquietante manifestación del ser, deviene de una civilización incivilizada, que se ha transformado en ajena a nuestras mas cotidianas necesidades humanas. De ahí nace el mal humor. El mal humor es la manifestación que produce esa sensación extraña e inquietante de pelea constante, de enfado perenne, de fracaso social permanente. Nuestra cultura ha generado un imaginario social y simbólico, donde el que no siente cumplidas sus ensoñaciones o satisfechos con ciertos inducidos mandatos, se siente culpable por su situación. Encontrado el culpable, señalado por el dedo acusador, este termina por aprender a vivir con su tristeza malhumorada y resignarse a su situación. La dominación hoy se ejerce, fundamentalmente, imponiendo en la subjetividad, la sensación de que nada puede ser cambiado. No hay esperanza. Nada puede transformarse. Todo debe mantenerse inmóvil para no empeorar aun más. El resultado, es la aceptación de vivir en un entorno donde impera el «mimismo», el «sálvese quien pueda», la banalización de los valores éticos, sustituidos por una recensión de emociones y sentimientos de folletín, aderezados con la rebeldía sin más objetivo que expresar el propio miedo. ¿Es posible acabar con el desasosiego y el mal humor? ¿Se puede enfrentar tanta tristeza inútil? Yo, rumiador de mis secretas tristezas. Que aprendí de mi padre que estar con más pena que gloria, es mas que nada un «malestar». Yo, a quien la vida me ha enseñado que se empieza soportando lo malo y se acaba aguantando lo peor, procuro ofrecerle al profesional de la angustia y la desesperanza, al adalid del inmovilismo y el miedo, al generador de mala baba, mi mejor sonrisa. Es mi decisión. La sonrisa compartida, la atención considerada, la escucha sin prisa, la palabra amable, son acciones simples y en apariencia sencillas, pero que son capaces de movilizar conciencias, activar reflexiones y motivar a la acción. Una sonrisa que no es una mueca boba y conforme, no. Una sonrisa que es palanca de transformación. Herramienta de cambio. Una sonrisa que expresa voluntad de acercamiento. Intención de comprender y compartir. Deseo de mejorar, poniendo nuestra confianza, en nuestras posibilidades para superar la dificultad. Una sonrisa desde la que cambiar nuestra actitud y determinar nuestra aptitud. En Metáfora hemos decidido tomar partido por la alegría. Ser alegre aún a veces sin motivos. Alegres por el regalo de vivir. Alegres por la oportunidad ejercer libremente, el derecho de regalarnos y compartir una sonrisa. La alegría permite el triunfo del principio lúdico del placer sobre el principio de realidad mediocre. Pero no para negar la realidad, para disfrazarla con promesas de un mañana mejor, sino para poder enfrentarla y tentar en el día a día, con cada decisión y en cada acción, la posibilidad de transformarla. Por eso la alegría compartida es solidaria y peligrosa, porque la alegría utilizada desde el respeto y con responsabilidad, es revolucionaria. La alegría hace posible una actitud creativa que permite mitigar las dificultades de la vida. La alegría plantea la necesidad de construir una vida de sentimientos alegres, que enfrente la ruina de las pasiones tristes. La alegría es una sonrisa generosa y responsable contra el mal humor intransigente y contra el miedo que paraliza.
En Metáfora sabemos que la felicidad es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias. Es el fruto de una actitud responsable y generosa ante la vida. Una decisión libre y alejada de prejuicios y creencias. La voluntad de comprender que cada instante vivido, se nos presenta como una oportunidad para aprender a vivir. En Metáfora, antes de empezar cualquier tarea, sonreímos. Nos hacemos fuertes en la sonrisa para crecer sin miedo. Por eso, sea cual sea tu actividad, te invitamos a disfrutar durante el proceso creativo. Trabaja duro, pero ofrece siempre esa sonrisa en tu trabajo, compártela con tus compañeros, y entrégala a tus clientes. Luego, con esa libertad del que elige su camino, una vez trazadas las líneas y encontrado un objetivo, no te plantees si lo que vas a hacer le gusta a otros, si no si te gusta a ti y si te sientes orgulloso del trabajo realizado. Podrás equivocarte, pero tu propuesta tendrá la verdad del entusiasmo y la fuerza de tu sonrisa y eso, será un valor difícil de derribar. Planteado ese horizonte, desde el conocimiento y la alegría, ten por seguro que eso es ya lo mejor para tu cliente y este, al final del camino, encontrará el resultado esperado. Por eso, pese a las dificultades, sonríe. Sonríe para transformarte en la persona alegre y libre que eres y no quieres ver.
Alfredo Jaso
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