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Citius. Altius. Fortius

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«Más rápido, más alto, más fuerte» es la frases latina que define la ambición del inevitable hombre blanco. «Más rápido, más alto, más fuerte», un dicho de sesgo deportivo, que como un mantra, propone un plus ultra vital inalcanzable. «Más rápido, más alto, más fuerte» para llegar antes, más lejos y durante más tiempo sin preguntarse a dónde, ni por qué, ni por cuánto tiempo. Hoy ninguna actividad humana es ajena a esta premisa. Nada escapa ya a estos objetivos veloces altos y fuertes. Los hemos interiorizado como si formaran parte de una creencia religiosa o de un mandato ideológico. «Más rápido, más alto, más fuerte».
Como adictos a cualquier droga, nos hemos acostumbrado a buscar ese límes vital, y nos han convencido y hemos aceptado como verdad indiscutible, que no vivir al límite es como vivir a medias. Hemos asumido que solamente en la búsqueda de esa medida extrema se encuentra la verdad de la vida. No se trata ya de avanzar hacia un horizonte que sabemos de antemano inalcanzable. Ni de plantearnos el disfrute del paso y la zancada, que se aprende críticamente en cada gesto. Es un objetivo material, a menudo inútil, pero sumamente adictivo. Un lograr de cualquier manera alcanzar la meta y acto seguido, esclavo del objetivo, plantearse sumisamente un nuevo reto a conseguir. La meta es a veces simplemente deportiva o el reto es en ocasiones, solamente profesional, pero nunca se han de escatimar ni medios, ni esfuerzo. Primero el objetivo, luego el objeto, después si acaso las personas. Tampoco importa la manera, ni se evalúa el modo. Lo importante es la satisfacción de la propia medida superada el «Más rápido, más alto, más fuerte».
Pero ¿Por qué esa búsqueda del límite? ¿Qué intención se oculta tras este modo de vida materialmente extremo? ¿Qué nuevo ser humano nos propone esta lucha contra el límite? ¿Acaso en la superación de esas barreras, hemos forjado un ser humano más generoso, noble y poderoso? ¿Ha conseguido este modo de vida desarrollarnos personalmente en la asimilación de nuevas e instructivas experiencias? ¿Eso ha hecho posible un mundo más crítico con la injusticia y por tanto, más justo para todxs? ¿O por el contrario, ha construido una sociedad competitiva, hecha de sonoras pero vacías sensaciones y de individuales e inicuas plusmarcas y éxitos materiales?  ¿Acaso esta ficticia superación del propio límite, no ha hecho posible un mundo en constante comparación, en continuo conflicto, en lucha fratricida y permanente contra uno y contra todos? No me cabe duda de que esta perenne y fútil búsqueda limitada, ha sido útil para alzar a una parte de la sociedad, sobre los valores de una férrea disciplina. Sobre ese pilar, se ha levantado una sociedad acostumbrada a aceptar sumisamente los retos y metas propuestas y dispuesta siempre, a renunciar y sacrificarse agonísticamente, para conseguir unos y otras. Una sociedad compuesta por personas sometidas a la férrea disciplina del objetivo, que «empoderados» de sí mismos, juegan a traspasar un límite físico, inútil e irreal que se les propone como reto, meta y límite individual. Una sociedad que sabe utilizar la fragilidad de esos hombres y mujeres, para cercenar su inteligencia y su capacidad de ejercer el derecho irrenunciable al pensamiento crítico y a la decisión propia. Y esa idea de superación del límite, en el fondo crea una sociedad de seres humanos limitados. Encerrados dentro de su propia barrera. Dopados con la «soma» de un mundo feliz,  que paradójica mente, se alza sobre los pilares de la satisfacción, desde la renuncia y el esfuerzo sin límite.
Si lo piensas libre mente, la negación de la existencia del límite, sí bien es cierto que plantea un horizonte infinito e inalcanzable, lo propone también sin barreras y por tanto, pleno de libertad. Y debemos convenir que un ser humano sin miedo y libre, es una persona indomable. Así pues, no te pongas límites, tú ya eres lo que estás siendo, lo que quieres ser. Solamente tienes que regalarte la compasión, la paciencia y la generosidad con la que poder comprender y comprenderte. No necesitas llegar antes, si no a su justo tiempo. No tienes por qué alcanzar metas más altas, si no estar a la altura de tus decisiones. No has de ser más fuerte, para superar un límite, si no más libre para llegar más allá de ti mismx. Por eso, observa atentamente, comprende sin prejuicios, comparte generosamente, siente, vive y sonríe sin miedo y de manera siempre ilimitada. Así, sin más límite que el que te imponga tu libre y poderosa imaginación, serás cada día más fuerte y en cada propuesta, más creativo.

Alfredo Jaso

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Hoy es el mañana de ayer

Amaneciendo

No es bueno mirar hacia atrás con nostalgia. Ten presente que ahora mismo, vives el mejor momento de tu vida. No ha habido, ni habrá ninguno  mejor. Lo que pasó, solamente permanece en la memoria, ese contenedor tramposo, selectivo y parcial, y la bruma de lo que está por venir, ten por seguro que no llegará nunca. Agradece el tiempo pasado, pero no lo eches de menos. Agradece el sueño de un futuro mejor, pero que las razones de tu esperanza, no frustren los motivos para tu alegría. Agradece cada mañana, el regalo de una vida que te ha permitido conocer y te ha invitado a conocerte. Agradece cada día, haber aprendido a mantener en el corazón el recuerdo dulce de las personas que has querido y da gracias por la fortuna de saber, que pese a la distancia, el dolor y el tiempo,  todavía puedes quererlas. Da gracias también a la vida por los sin sabores y las incertidumbres, por el recuerdo amargo de las personas que se esforzaron y perdieron su tiempo, intentando hacer desaparecer tu alegría, y agradece el poder recordarlas con cierta ternura y sin rencor. No mires atrás con nostalgia. Tu vida es aquí y ahora. Un tiempo hecho de conocimiento sin excesiva pedantería y de experiencia, sin vulgar resentimiento. Siéntete  afortunado por creer aún en los compromisos sin ataduras, ni cadenas. Por mantenerte firme en el afán de aprender a vivir, sin doblegarte del todo al tedio y la rutina. No eches de menos un tiempo pasado. Recuérdalo de cuando en vez, únicamente para mantener las enseñanzas y prolongar los afectos. Pero no lo sacralices, ni lo ensalces como un tiempo mejor que se fue. Hoy es el mañana de ayer y tu vida es hoy y ahora. Acepta pues el reto de vivir sin caer en la trampa de querer ser, mientras olvidas quien estás siendo. Vive el ahora con el corazón en la mano y las manos abiertas. Haz de los días ejercicio pedagógico y enfrenta cada paso como si fuera el primero. Avanzando sin miedo a la huella y ofreciendo al camino, lo todo lo que te queda. Abre la mente y observa, comprende, vive, comparte y olvida para poder volver a vivir sin prejuicios. Sé que eso tiene su riesgo, pero también sé, que solamente así, puedes ofrecer en cada momento y para cada nuevo trabajo, la mirada libre del que busca, sin miedo a no encontrar respuestas.

Alfredo Jaso

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Confianza

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Tengo absoluta confianza en que el mundo va a mejorar. Lo digo sin pretender construir un muro de vanos y buenos deseos desde el que esconderme de la realidad. Lo digo como lo siento, con una sonrisa. Pero lo digo también desde la sensata responsabilidad que propone ser consciente de mis propias decisiones. Al poner sobre el papel mi voluntad, no miro para otro lado. No me escabullo ante las injusticias para las que un solo ser humano no tiene remedio. Situaciones sobre las que una sociedad madura y responsable ha de actuar para ponerles definitivo fin. Pero tengo muy claro que si asumimos que la vida es un juego, no deberíamos darlo por perdido antes de haber tirado todas las cartas. Si nos jugamos la vida con una sonrisa, desde la responsabilidad, conviene jugarnosla muy en serio y entregarnos en cada envite, sin miedo a perder la jugada. Sin permitir que los que con cantos de sirena, aprovechan nuestra desesperanza en su beneficio o los que hacen de sus mentiras confortable red de embustes, nos arrebaten la posibilidad de sonreír y de vivir la vida muy en serio pero tomándonosla medio en broma.  Así, si uno no cree en esa posibilidad de un mundo más justo para todos, si uno no juega sus bazas, inevitablemente, se descarta y pierde la partida.

No me olvido de que  hemos dejado de ser esos animales asustados, que buscaban el cómodo amparo de la manada y  nos hemos dejado convertir en uno más, de los miembros  de un dócil rebaño que cree vivir libre e independiente, dentro de la confortable limitación del aprisco. No niego que hoy somos individuos interesadamente interesados, que piensan que solo aquello que les viene bien, está bien. Sujetos sujetados, que acodados en la atrevida ignorancia, hacemos del respeto y la responsabilidad, palabras en deteriorado desuso. Lo sé, eso estamos siendo y por eso, desde esa cómoda perspectiva, nos resulta más fácil pensar que lo que vemos en el momento presente, continuará indefinidamente. Por eso, sentimos que nada podemos a hacer y que nuestro esfuerzo resultará presuntuoso e inútil. Reconozco que yo también, por comodidad, he intentado unirme al clan del pesimismo. Tampoco me importa decir que en ocasiones me he dejado llevar por la indignación y he vociferado de manera airada, pretendiendo que por la potencia de mi voz o la fuerza de mi puño, en un acto de irracional heroísmo, el contrario cambiase. Pronto descubrí que en uno y otro caso, ni en la atadura del pesimismo o en la permanente y difusa indignación está la respuesta. En ambos casos, al final del camino, me encontré solo. Desde ambas miradas, la mente se acomoda y desde las dos posturas, se termina siempre justificando lo peor. Unos y otros nos prefieren ignorantes. Hombres y mujeres temerosos por la permanencia perpetua de las cosas, atados como Sísifo a un inevitable destino. Es lógico, una vida es un espacio de tiempo muy limitado y un ser humano corriente, un animal débil y preparado para sobrevivir en la permanencia pero desde el miedo, incapaz de transformar el mundo. Sin embargo, misteriosamente, como en un caos determinado, la vida cambia y el cambio se produce si hay reflexión, voluntad y acción de uno con muchos. Se trata de que la vida no nos cambie tanto y tan hacia la mansedumbre, como para que nos impida intentar al menos cambiar nuestra vida.  Debemos permanecer en atenta observación ante lo que nos rodea, intentando comprender lo que sucede. La vida nos pide vivir sin prejuicios, para actuar de manera creativa sobre la realidad que vemos. Debemos decidir con responsabilidad y respeto para transformar lo que vivimos.

Cada día me encuentro con personas que, a pesar de la adversidad de los acontecimientos, me transmiten la alegría de vivir. Más allá del puñado de creyentes de una ortodoxia que condiciona y les convierte en activistas atados en ocasiones, a la ceguera de una ideología que contrapone, quiero creer que hay miles de personas afines a las libres ideas de cambio. Personas de gestos comprometidos, honestos, generosos y sencillos, que actúan sobre su propia vida, para cambiar de raíz el mundo.

Veo que la mayoría de la gente se toma la vida en serio y la vive medio en broma. A mi me gusta hacerlo al revés, tomarla a  broma y vivirla en serio. Un optimista no es necesariamente un risueño despistado, cantando tímidamente en la penumbra de nuestros tiempos. Mantener la alegría en la adversidad no es una simple necesidad romántica. Se basa en el hecho científico de que la historia de la humanidad no se sustenta solamente en la crueldad, sino también en la compasión, en la simpatía, en la bondad, en el valor y la acción noble, responsable y comprometida. Se basa en la acción de seres humanos libres, que no se mienten. Que no hablan en nombre de nadie, ni por boca de otros. Personas que con su ejemplo, nos dicen que es necesario actuar. Sonreír. Tomarse la vida a broma y vivirla muy en serio. Nosotros, tú y yo, también podemos ser libres. Nosotros decidimos. Aquello que prioricemos con respecto a nuestros valores y oriente nuestras decisiones, determinará nuestras vidas. Si solo vemos lo peor, si componemos nuestras horas con fríos minutos sin sentido, si convertimos nuestros en días en un triste almanaque detenido, hecho de miedos, pesimismo y resentimiento, se derrumbará nuestra capacidad de actuar. El futuro es una sucesión infinita de presentes,  y vivir hoy, tal como creemos que debemos vivir,  de manera creativa y en desafío total ante el pesimismo y el afán de revancha que nos rodea, es en si una gran victoria. Ahora, cada uno de nosotros,  debe de decidir libremente, como quiere ver el mundo.

Alfredo Jaso

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Decisión

Obstinadas

Más allá de la fortuna o el destino. De la adversidad y de las circunstancias, somos nosotros los que decidimos hacia dónde nos lleva la vida. Quizá no gobernamos por completo nuestros días, pero si podemos marcar un rumbo y agarrando con decisión el timón de nuestras decisiones, enderezar el destino de la singladura. Cada nuevo paso se corresponde con una decisión. Tú decides. Decides avanzar o quedarte quieto. Decides no ser distinto trabajando que divirtiéndote con las personas que sientes más cerca. Decides ser el mismo, tratando con un cliente o un proveedor, que cuando charlas con un amiga. Y salvando las lógicas distancias que imponen cierta intimidad, decides que no haya mucha diferencia en la calidad de tu relación con las personas con las libremente compartes los caminos del afecto y el corazón y la que intentas mantener, con cualquiera de tus compañeros. Tú decides. Decides cada mañana si encontrar motivos para la alegría o buscar razones para hacerte fingidamente fuerte en la resignada y antipática tristeza.

Alfredo Jaso

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