En Metáfora sabemos que es posible que llegue un tiempo de falsas realidades, de conciencias dimitidas y de egos ilusoriamente diferenciados entre uniformadas y mediocres individualidades. Un tiempo de herramientas sencillas para pensamientos simples. De relatos convenidos, controlados y más temprano que tarde, moldeados al servicio de quien posee y escribe el contenido de la historia. Sabemos que llegará el día en que lo conocido será compilado por manipuladas y artificiosas inteligencias que habrán de responden a la voz de su amo y que todo probablemente terminará por ser utilizado para modular y evitar la búsqueda del conocimiento y someter a su interés la crítica disidente… si es que después eso alguna quedara. Vendrá un tiempo de nuevas nomenclaturas para apuntalar la misma liturgia. La que sostiene la ruina bendecida por gurús de la nada, esos sanadores del dolor del alma, vendedores de aire envasado al vacío. Un tiempo de emocionantes y virtuales experiencias que nos mantienen cómodamente entretenidos y nos ayudan a soportar incómodas verdades. Es posible que eso suceda con el desarrollo y el inevitable uso intensivo de este tipo de Inteligencia Artificial Generativa (Chat GPT y similares) que parece que viene para facilitar la vida dentro del aprisco y resolvernos la incertidumbre sin dudas de quien responde al dictado.
En cualquier caso, falta saber quién está detrás de ese supuesto progreso. Quién determina, cómo se respeta la autoría de los creadores que generan el contenido que «alimenta» esa inteligencia artificial. Quién y dónde se compila y administra el contenido del que se «nutre» esa Artificial Inteligencia. Ese es uno de los silencios que se ocultan tras de todo el ruido del artificio deslumbrante. Pero más allá de esta incógnita, que debemos de convenir que tampoco es nueva en la historia de la humanidad, me parece que el acceso a la ilusión de la excelencia mediante una herramienta simple que se presenta como un juego sencillo, intranscendente y fácil de usar, me preocupa. La Inteligencia Artificial, el poder del algoritmo y la gestión de los datos amparados en la facilidad y rapidez de su uso, «armonizarán» contenidos según artificiales intereses pudiendo así rápidamente moldear, modular y unificar estos para controlar mercados y unificar «disidencias» creativas ¿Dónde quedará el proceso de búsqueda y cuestión crítica que conlleva el despertar al conocimiento? ¿Sobre qué base se plantearán las preguntas que nos enfrenten a lo trascendente como manera de comprender nuestro lugar en el mundo y que están en todo proceso creativo? La «gentrificación» de la creatividad y el acceso al conocimiento dirigido (por la simplificación del mismo) pronto será prácticamente inevitable y la tabla rasa de la mediocridad se impondrá poco a poco y de manera casi imparable hasta convertirse en canon.
Pero en Metáfora sabemos que pese a la dictadura del algoritmo y del trabajo de zapa hecho durante estas últimas décadas preparándonos para la dimisión de las consciencias, el afán de descubrimiento, de búsqueda, de crítica ante lo injusto, el desarrollo del conocimiento en las humanidades y la ciencia y el brillo de la creatividad, harán que nuevos lenguajes y nuevos talentos terminen imponiéndose sobre la cómoda superficialidad y la mediocridad imperante. En Metáfora sabemos que esa inteligencia natural, que es como un faro que ilumina caminos de conocimiento desde la libre mirada crítica y creativa, sabrá revelarse contra el consenso condicionado y controlado para seguir alumbrando nuevas ideas, nuevas propuestas y desde nuevas voces, para formar parte de la existencia y el ser de lo que llaman género humano. Pese a todo o con todo, en Metáfora sabemos que así será.
AJV
Foto:Markus Spiske