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No sabe pero contesta

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Es la demoscopia el nuevo oráculo de Delfos. El lugar al que todos acuden para comprobar la veracidad de sus argumentos. Hoy nada se decide sin el previo análisis de los datos compilados y de las opiniones vertidas.  Ha de responderse un SI o un NO a un cuestionario que evalúa gustos e intereses y para los indecisos, queda una socorrida tercera vía, un comodín que para los de irresoluto parecer, se resume en un «NO SABE, NO CONTESTA».  A pesar de la escasa relevancia de esta casilla en el número  total de las respuestas, sociólogos y analistas suelen concederle a este apartado el valor de la cualificación silenciosa, esa que denota, si no inteligencia, si al menos honestidad y sentido común. Deberíamos convenir que si no se tiene conocimiento o información sobre alguna materia en cuestión, lo más adecuado sería no contestar al respecto. Sin embargo hoy lo más habitual es responder con soltura a cualquier cuestión que se nos plantee y en muchas ocasiones, hacerlo con total libertad y desde la más libre ignorancia. En estos tiempos que vivimos, tendemos a considerar que si de continuo se nos reclama nuestra opinión, ha de ser porque esta se tiene por valiosa. Nada que objetar al que quiere saber y pregunta, pero cierto reparo ante el que responde y opina sin saber.  Hemos aceptado como necesario ejercicio democrático el que exista la libre opinión, y así  proliferan los «todólogos» que en cualquier medio de comunicación exponen su parecer sobre materias en las que muy probablemente no sean expertos. Opiniones que ya de cuarta mano, se extienden en la calle como verdades tautológicas.  Bueno es que la libertad nos permita opinar sobre cualquier asunto, pero mejor habría de ser que la inteligencia nos hiciera callar cuando no tenemos conocimientos suficientes sobre la materia. Es cierto que se entiende mejor cuando nos enfrentamos a una realidad social poblada de genios capaces de enfrentarse a cualquier dilema y responder ante cualquier demanda. Así vemos como un ministro con cartera, sirve al poco, para otros varios ministerios. Un consejero puede desempeñar a lo largo de su carrera política, varias responsabilidades autonómicas o un concejal de festejos terminar como responsable de urbanismo. Pero señalar esta realidad entre los responsables de gestionar lo de todxs, resulta cómodo y casi siempre llama al aplauso fácil más sin embargo, no debería parecernos extraño, pues en el día a día descubrimos que personajes con cierta notoriedad pública y sin mucho rigor intelectual ejercen de periodista sin saber del oficio, oímos que personas que no son arquitectos diseñan casas, licenciados sin ninguna preparación pedagógica enseñan materias que no dominan, esforzados estudiantes  hacen de camareros sin saber llevar una bandeja y cualquier ciudadano o ciudadana,  se permite opinar sobre aspectos relacionados con el diseño, la comunicación y la publicidad, solo porque camina por la calle y ve la televisión. Cierto es que en este oficio, no es difícil tener una idea una vez y hasta puede que esta incluso sea brillante y es quizá por ello, que como el burro flautista de la fábula, cualquiera se siente capacitado para expresar una opinión al respecto y ejercer de critico.  Opinan, deciden y en ocasiones ejercen sobre estas materias personas cuyo conocimiento en estos asuntos es cuando menos relativo y tangencial y todxs admitimos que así ha de ser porque al fin y al cabo todo el mundo tiene derecho a opinar aunque no sepa y porque sobre gustos…así como a nadie se le ocurre decirle a un profesional de la medicina que ponga una vía unos milímetros más arriba o de un color más fuerte, que en una radiografía el plano no está bien compuesto o en una fórmula magistral parece que le falta consistencia al mensaje, en nuestro oficio eso si está permitido y muchas ocasiones las decisiones las toman y las opiniones se dan, como dije al comienzo, con total libertad y desde la más libre ignorancia. Así pues y teniendo en cuenta que como dijo el poeta Celaya,  «nosotros somos quien somos«, propongo a los expertos demoscópicos que para no llamarnos a engaños, añadan una nueva categoría en sus resultados estadísticos esa que se incluya al más peligroso, el que  «NO SABE, PERO CONTESTA».

Alfredo Jaso

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