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Radiotelevisión pública

 

Fue el pensador estadounidense Groucho Marx quien dijo: «Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro”. Para el líder «marxista» y genio del humor, la televisión estaba muy cerca de ser lo que otro ser humano genial de nombre Federico Fellini definió como: «Ese espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural”. Sin embargo en Metáfora sabemos que la televisión, utilizada con sentido común y afán educativo, sigue siendo una poderosa herramienta que puede ayudar a  construir un mundo más fraterno, más diverso, más justo y más libre. Mucho parece para la tan denostada «caja tonta». Sin embargo, en manos de personas creativas, sensatas, generosas y responsables (sí, se puede ser las cuatro cosas a la vez) la televisión es aún una ventana que se abre al conocimiento para reforzar buenos hábitos, difundir nuevas ideas y potenciar valores como el respeto a los demás en la diversidad. La actitud y la acción responsable desde lo individual y lo colectivo y el amor al entorno natural como bien a cuidar entre todas y todos. La televisión es un buen instrumento que desde la escucha y el diálogo, puede servir para fomentar un espíritu crítico desde una mirada constructiva. Que sea baluarte de la cultura, de la ciencia y también de la información de interés. Una información que no tiene por qué estar aislada de la comunicación cuidada y cuidadosa, ni tiene por qué apartarse de las emociones, ni de lo afectivo. Una televisión que  ha de ser divulgativa, pero también objetiva y de servicio público. Una televisión siempre a disposición del objetivo de mejorar el bien común.

Pero como bien profetizó el sociólogo francés, Alain Tourine, «La televisión, que será la base de la opinión pública, ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global, no hay nada”. Por eso hoy abundan en las parrillas de programación televisiva, propuestas que convierten la realidad en papilla para mentes infantilizadas e irresponsables a los que se les ofrece un menú cuajado de «shows» de pseudo-realidad ficticia, donde el individuo es protagonista sin más valor, ni fondo que su difuminada y deconstruida presencia mediática. Opinadores del «tótum revólutum», «todólogos» de voz alta y perfil intelectual bajo, colman con su vacuo discurso y su artera opinión, platós iluminados con oscuras intenciones. Unos y otros, subalternos al servicio de perfilar una realidad que se alza sobre el irreconciliable desencuentro, la oposición irrebatible y la foto estática de un tiempo sin más salida que la indiferencia narcotizada o el exaltado mal humor irracional y paralizante.

Una parte importante de nuestra radiotelevisión es también información de servicio público. Enunciación de los hechos, revelación de las circunstancias, anuncio de las novedades. Por eso no es de extrañar que tantos pretendan hacer de su dominio controlado, coto privado para sus intereses. Lamentable el ninguneo a los profesionales de las radiotelevisiones públicas, que de manera objetiva, trabajan para hacer información veraz sin la interesada intermediación política. Triste la cortedad de miras y alegre la desenvoltura, de los que nos representan de un lado al otro del arco parlamentario, cuando ante nuestras alienadas y dimitidas conciencias, nos muestran su pelea, sin careta ni antifaz, por el control de la gestión de los informativos. Unos y otras, otros y unas, una vez más se retratan en sus aviesos objetivos y manipuladoras intenciones. Quieren y luchan por el control de la información y no tanto por hacer que la radiotelevisión pública sea herramienta transformadora, argamasa sobre la que construir y consolidar valores, hábitos y conocimientos. Herramienta para el avance social con la que podamos sentirnos comprometidos y orgullosos. En las diferentes radiotelevisiones públicas existen ya esos profesionales con la capacidad para desarrollar ese modelo de radiotelevisión. Otros pueden sumar su conocimiento y su creatividad para desarrollar nuevos contenidos. En Metáfora nos gustaría que por eso se pelearan nuestros representantes.  Que su interés no fuera controlar para su espurio beneficio la información y los recursos que se han de poner al beneficio de todos y si en apoyar sin ambages esa esa radiotelevisión creativa, divulgadora y crítica, que como dijeron los muchachitos de Aviador Dro…aún es nutritiva.

Nada que objetar a que la televisión sea también inocuo entretenimiento. Come tiempo para las horas perdidas. Quien quiera hacer con ello negocio, que se lleve su tajada y quede el beneficio en el poso de su conciencia, pero las televisiones públicas, las nuestras, las de todas y todos, pueden estar para eso pero también para mucho más. Hay cierto afán «cultureta» por hacer de menos a la televisión, sin embargo y como dijo el semiólogo Umberto Eco, en Metáfora creemos que  “La civilización democrática se salvará únicamente si hace del lenguaje de la imagen una provocación a la responsable reflexión crítica, y no una invitación a la manipulación y la hipnosis”.

Alfredo Jaso

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