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Valor y valores. (Es el mercado, amigo)

 

 

En Metáfora estamos seguros de que la creatividad y la atención a los procesos y tareas es uno de nuestros valores diferenciales. Aunque en nuestro caso, 15 años de buenos trabajos confirman esta afirmación, no haremos por presumir de ello pues sabemos que lo mismo podrían pensar y decir otros muchos y muchas profesionales y empresas. Por eso en Metáfora siempre hemos creído que tan importante como la calidad y creatividad de los trabajos hechos, es el cómo se hacen esos trabajos y los valores que impregnan el día a día de las tareas hechas. Valores que nos diferencian y se nutren de compromisos y acciones diarias. Que nos reafirman en una manera de ser y de trabajar. Valores que compartidos por todas y todos, se convierten en beneficios tangibles e intangibles que nos ayudan a creer. Valores y trayectoria avalados por premios autonómicos, nacionales e internacionales, no solo a trabajos hechos, sino también a cómo somos y actuamos a la hora de enfrentar cada trabajo. Trayectoria y valores sostenidos no solo por nuestro buen hacer, sino por el reconocimiento de aquellas empresas y clientes que con su confianza en nuestra creatividad y valores nos permiten seguir trabajando. Por eso, para consolidarnos y crecer, siempre nos hemos apoyado en nuestra creatividad y nuestros valores y nunca hemos considerado que dentro de nuestro valor diferencial, debía contar como propuesta, entrar en una guerra de ofertas a la baja.

Entendemos por parte de las administraciones el fomento del afán emprendedor. En tiempos difíciles para el empleo, el mensaje liberador y esperanzado, machaconamente lanzado hacia aquellas y aquellos a los que este modelo injusto no les ha dejado mas remedio que lanzarse a la aventura de ser su propio jefe, es cautivador y poderoso. Más allá del emprendimiento solitario, para entrar en el mundo laboral hay otros modelos empresariales basados en el trabajo colaborativo. Esos modelos empresariales favorecen la solidaridad interna y con la sociedad, el compromiso con el desarrollo local, la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, la cohesión social, la inserción de personas en riesgo de exclusión social, la generación de empleo estable y de calidad, la conciliación de la vida personal, familiar y laboral y la sostenibilidad. Modelos empresariales que dentro de la economía social, proponen otro enfoque para el crecimiento económico, en el que se prima a las personas y el fin social sobre el capital. Empresas de éxito en las que se imponen la gestión autónoma y transparente, democrática y participativa. Sin embargo y quién sabe por qué, parece que desde las administraciones públicas estos modelos se apoyan menos. Quizá tenga algo que ver el que tras la panacea del emprendimiento de una en uno, se propone otro modelo social más dúctil, menos contestatario, hecho de frágiles fortalezas, de necesidades imperiosas, de ferrreas y abnegadas voluntades, de riesgos e incertidumbres que nos atan. Quizá el pingüe negocio de unos cuantos, levantado sobre las ilusiones inquebrantables de aquellas y aquellos que tomados de uno en una, suman una gran cantidad de personas con las que hacer negocio, también influya en el impulso al apoyo del autoempleo como salida del paro. Emprendedores y emprendedoras a las que proveer de recursos de formación, entregar en brazos de coach y gurús de todo tipo. A los que subir en lanzaderas subvencionadas. Meter en espacios de trabajo compartidos con derecho a cocina idóneos para encontrar sinergias y encontrar apoyos. Emprendedores y emprendedoras a las que vender herramientas y maquinaria de todo tipo y ofrecer servicios varios, siempre imprescindibles para echar a caminar y siempre ofrecidos en condiciones falsamente preferentes. El emprendimiento de uno en una, es un buen negocio para quien hace su agosto con la necesidad y las ilusiones de muchas y muchos.  La precariedad es como un sarampión que se contagia por contacto y necesidad y en ocasiones, laborar bajo premisas de superviviencia, lleva a terminar trabajando en régimen de auto-explotación. Aceptando y reclamando unas maneras laborales poco recomendable para ellas y ellos mismos basadas en una escasa participación impositiva. Trabajando en una cadena de trueques sin beneficio, entre colegas y compañeros con el fin de poder optimizar recursos y resultados. Bebiendo todos y todas de ese manantial que los Antilopez definen como «el manantial de la mitad, de la mitad» ese mantra que nos empuja, desde la inconsciente alegría a vivir con menos, mientras otros viven mejor a costa de nuestra renuncia. Sabemos que siendo su responsabilidad,  ni unas ni otros son culpables. Un sistema voraz y depredador les empuja a esta guerra de precariedades. A esta pelea por migajas. A este combate de precios bajo y trabajo a cualquier precio. A este aceptado cautiverio con promesa de libertad. 

Pero en Metáfora no nos gustan ni los combates ni las peleas. Además, no podemos permitirnos competir por precio con esos otros  modelos empresariales capaces de asumir menos costes y por lo tanto a fin de cuentas ser menos solidarios socialmente. No solo porque el coste de nuestras tareas, estando ya ajustado a nuestra capacidad profesional y nuestra humana dignidad, no nos lo permita, sino porque cuando lo hacemos, estamos poniendo en cuestión nuestros valores. Esos que nos llevan a creer en un modelo social y de trabajo en el que todas y todos sumamos a un bien común, siempre según nuestras posibilidades y siempre para que se pueda entregar a cada quien, según su responsable necesidad. Por eso en Metáfora intentamos generar valor con nuestro trabajo. Un valor que deviene en riqueza, que se distribuye entre trabajadores y proveedores cercanos y sirve para crear y mantener empleos con los que se pagan nuevos impuestos que han de servir, según nuestro «molesto» criterio, para mejorar los servicios públicos que todas y todos disfrutamos y poder hacerlos universales y de mayor calidad. Por eso no queremos competir por precio. Nuestros compromisos se expresan en un Plan Social real,  que no es una herramienta de venta, ni un canto al sol publicitario desde el que brillar y presumir. Ese plan es la expresión de nuestros valores. Valores que asumimos como propios pero que tienen un coste. Eso que cuesta pagar una infraestructura de trabajo, se suma a nuestra creatividad y la calidad de la gestión y nos obliga a mantener un precio justo por hora trabajada. Podemos hacer ofertas promocionales puntuales o mantener nuestro compromiso con los «proyectos metáfora», proyectos sociales en los que a un coste sensiblemente menor, apoyamos el desarrollo de proyectos capaces de transformar y mejorar su entorno más cercano, pero no competimos en el mercado por el precio de un servicio o producto. Hacerlo creemos que  va en contra de la superviviencia de las personas y empresas que desarrollan su actividad laboral en un sector como el de la publicidad y la comunicación que ahora como nunca, es frágil, poco corporativo y huye del asociacionismo como herramienta de defensa.

El sesgo social de nuestros trabajos, condiciona el que la mayoría de nuestros clientes sean administraciones públicas. Por eso, la mayoría de nuestros contratos llegan a partir de participaciones en llamadas a concursos. De un tiempo a esta parte, las  administraciones públicas en su afán de gastar menos, en no pocas ocasiones nos convocan a participar en una especie de subasta a la baja, en la que precio final o el celo en la productividad, evaluado en el recorte en la fecha de entrega, puntúa más en la suma de ambas o a veces por separado, que el apartado dedicado a la creatividad. Prefieren gastar menos a como sería lo más inteligente, gastar mejor.  Con ese criterio de primar el gastar menos, esas mismas administraciones a la que apoyamos con nuestra carga impositiva y que dicen apoyar el empleo de calidad (algo de lo que no dudamos en ningún momento que sea su intención e interés) no solo devalúan el trabajo creativo, sino que además terminan por no valoran el compromiso que realizamos las empresas que intentamos con gran esfuerzo, generar valor con nuestro trabajo. Un valor que genera riqueza que se distribuye entre trabajadores y proveedores cercanos y sirve para crear y mantener nuevos empleos con los que se pagan nuevos impuestos que han de servir, según nuestro modesto criterio, para mejorar los servicios públicos que todas y todos disfrutamos y hacerlos más universales y de mayor calidad. 

Parafraseando a un defenestrado gerente del FMI, alguien podría decirnos, «Es el mercado, amigo…y añadir, «si tus valores no te ayudan y tus costes son más altos: ajo y agua. Cambia de principios…» recordando al genial marxista del humor llamado Groucho y al que se le atribuye esa tan caustica y humana frase que venía decir: «Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros.» En Metáfora, pese a todo, queremos mantener nuestros principios y si fuera necesario hacerlo hasta el final. Aunque no podamos competir con otros modelos empresariales individuales que trabajan en otras condiciones, con otra carga impositiva, con distintos objetivos y en ocasiones con otros valores. Porque son nuestros valores los que conforman lo que somos como empresa y en los valores de Metáfora, están lo que nosotras y nosotros somos y en ellos, lo que deseamos para mejorar el bien común. Solo valorando el trabajo hecho por lo que cuesta y lo que vale, se puede dignificar este cada día más precario oficio. Solo con un esfuerzo solidario, generoso, valiente y colaborativo podremos conseguirlo. Por eso en Metáfora cada día intentamos tomar el riesgo de mejorar en creatividad, en excelencia, en competencia profesional y en calidad del servicio pero no nos enfrentamos en competición fratricida para vencer y derrotar por unos euros a nadie que con esfuerzo e ilusión vive de lo mismo que nosotros. El criterio de necesidad no puede justificar una actitud. La necesidad convierte en comprensible cualquier acción y el pan de hoy es hambre no solo para mañana sino para siempre pues genera una asumida y necesaria precariedad. Nunca debimos permitir que ese combate de precios bajo y trabajo a cualquier precio se convirtiera en el pan nuestro de cada día, pero el caso es que está aquí. Cada profesional, cada empresa libremente decide que vale su trabajo, sin embargo en Metáfora sabemos que mantendremos nuestros principios, cueste lo que cueste y si fuera necesario hasta el fin y no competimos nunca y menos lo haremos por ofrecer un precio que no sea digno ni justo.

Alfredo Jaso

foto:Riccardo Annandale

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